Si una amiga te escribe y te dice que quiere irse de finde contigo, lo menos que puedes hacer es decirle que sí, aunque no sepas ni siquiera cual será el destino. Si entre las opciones se encuentra Mánchester la cosa mejora por momentos. La verdad es que nunca había sido un destino que estuviese entre mis favoritos, de hecho nunca me lo había planteado. ERROR. En cuanto me puse a buscar qué hacer, dónde comer y qué no perderme en la ciudad supe que caería rendida ante tanto ladrillo.

Ha sido el primer viaje internacional pandémico y aunque me gustaría decir que fue fácil, lo cierto es que nos lo han puesto un poco complicado. Viajar a Reino Unido ha sido una pequeña yiancana de la que hemos salido sanos y salvos por los pelos. Pasaporte, pasaporte de vacunación, visado, un test en directo por zoom pasadas las primeras 48h en Mánchester, permisos para volver al país de origen, colas, más colas…

Pero vamos a quedarnos con lo bueno. Una vez llegamos al aeropuerto de Mánchester, de coger un tranvía que nos dejó en una zona indeterminada de la ciudad y de coger un bus que nos hizo una agradable ruta por lo más residencial, nos fuimos al Byron, situado en el centro más céntrico, a comernos una buena hamburguesa con patatas para reponer fuerzas. Después de pasar por el hotel (Motel One Manchester-Royal Exchange) para hacer el check-in y dejar las cosas nos fuimos a conocer el centro de la ciudad de noche. Lo que nos encontramos fue una maravilla. Mánchester ya estaba llenito de luces y puestos de Navidad, olía a comida en la calles, cada rincón merecía una foto. Poco a poco nos fuimos acercando a Northem Cuarter (mi zona favorita sin duda) y allí nos encontramos con lo que habíamos leído que se parecía a Nueva York. Efectivamente así era. Así que después de unas cuantas calles recorridas fuimos a cenar a Mackie Mayor y terminamos la noche tomando algo en Seven Brothers Beerhouse.

Tienda de plantas Nice Things.

Segundo día. El día largo. El día de aprovechar desde por la mañana hasta por la noche. Y para eso lo primero era desayunar como reyes. The Koffe Pot fue un acierto por muchas cosas. El desayuno fue de 10, la atención también porque no teníamos reserva pero igualmente nos dieron mesa y la guinda del pastel (como en todos los sitios a los que fuimos a comer o beber durante todo el viaje) fue el poder ir con perro sin el menor problema. Allí conocí a Adam & Claude, la primera pareja a la que les hice fotos en Mánchester. Con las pilas a tope nos fuimos a conocer el barrio de día.

Una vez pateadas las calles de Northem Cuarter nos movimos hacia el centro para visitar la Biblioteca John Rylands. Es digna de visitar, sobre todo si te gusta Harry Potter porque parece que estés dentro de cualquiera de las películas de la saga. Muy muy muy bonita. Una vez acabada la visita seguimos paseando hasta el Museo de Ciencias e Industria en el que, como en la biblioteca, la entrada es gratuita.

Cuando ya nos entré hambre volvimos a la zona más céntrica para probar uno de los sitios más conocidos de perritos calientes: Dust Dogs. He de reconocer que normalmente siempre acierto con lo que pido para comer. Esta vez no fue así… Pero igualmente, por lo que pidieron los demás, es un sitio al que volver. Sólo tenía un fallo para cuando tienes un día goloso como el que teníamos y es que no tienen postres. Así que cuando acabamos nos fuimos a buscar un sitio con buenos postres como Home Sweet Home, donde nos pedimos dos buenos trozos de pastel. Y eso fue lo último que hicimos el sábado, porque entre que se puso a llover y que ya no podíamos más con nuestros cuerpos… Nos fuimos al hotel a descansar y mentalizarnos que al día siguiente a las 8:40 teníamos un zoom para hacernos un test de antígenos en directo para poder volver a casa.

The Dog Shop.
Hotel Gotham.
The Ivy.

Una vez hecho y superado el test, recogimos todo, hicimos la mochila y nos fuimos a desayunar al Federal que habíamos fichado el día anterior mientras paseábamos. Otro gran día que empezaba con un muy buen desayuno. Antes de irnos nos quedaba visitar Castlefield y sus canales. Esos barcos, las casitas que rodean los canales… Una zona preciosísima.

Se acercaba la hora de ir hacia el aeropuerto y de camino al tren nos encontramos con Bundobust, un indio brutal no solo por su carta si no también por la estética del local. Un broche de oro para un fin de semana perfecto.

Peaky Blinders.

Corto pero intenso. Parece que un fin de semana no puede dar para mucho pero en ciudades como Mánchester todo es posible. Ahora solo pienso en volver lo antes posible para hacer muchas más fotos. ¿Quién se apunta a la siguiente escapada?

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